Cada día hay más opciones de test para realizarse uno mismo y poder, según sus palabras, «tener mayor control sobre nuestra salud». Cual «Quimicefa», con un simple kit que nos llega a nuestro domicilio, nos sentimos gente de ciencia y jugamos a tomar muestras.
Hay para todos los gustos, test de ADN, test epigenéticos, test específicos para conocer niveles de omega, colágeno, etc…
Una simple muestra, normalmente no invasiva (cabello, saliva, etc) nos puede orientar en aquellas áreas concretas de nuestra salud en la que, con ajustes de alimentación y hábitos, podemos mejorar nuestra salud.
Estos test, la mayoría con respaldo científico, son un increíble apoyo y una fantástica guía para, con un cuidadoso programa individualizado a las características únicas de cada persona, mejorar la salud actual y sobre todo, la futura. No hay que olvidar que, no hay dos organismos iguales y lo que sirve para unos, puede no dar buen resultado en otros. Al contrario, se puede estar causando daño interno sin ser conscientes de ello.
Muchas personas viven el ahora sin pensar en el mañana, pero es algo que, casi con total certeza, ha de llegar. La cuestión es: ¿Cómo se quiere llegar? ¿En qué condiciones de salud se quiere estar a los 70/80/90 años?
Pequeños cambios en la alimentación actual, en los hábitos diarios, si se implementan de forma precisa pueden suponer una gran diferencia en el bienestar a largo plazo.
Y, ¿Cómo ayudan estos test?
Como he comentado, hay una gran diversidad de test…
Los epigenéticos sirven para conocer posibles deficiencias de vitaminas y minerales y actuar sobre ellos, con suplementación. Éstos test deben repetirse cada tres meses hasta llegar a los resultados deseados. No son muy diferentes a lo que se puede conseguir con los típicos análisis de sangre que nos puede realizar el facultativo médico, sólo que de forma menos invasiva.
En cambio, los test de ADN, si bien también se realizan de forma no invasiva, no se parecen en nada a las tradicionales analíticas sanguíneas. El ADN es único en cada persona y no varía a lo largo de la vida, se haga lo que haga. Aquello escrito en nuestro ADN al nacer, seguirá ahí al fallecer. Sus resultados pueden darnos un mapa de predisposiciones genéticas y en base a él, introducir los cambios necesarios en alimentación y hábitos para que, aunque no llegue a desaparecer la predisposición, sí se evite el desarrollo de ciertas patologías y sus síntomas.
También resulta útil para arrojar luz sobre síntomas que no tengan un diagnóstico definitivo. Por ejemplo, existen síntomas estomacales que son comunes en una multitud de patologías pero gracias a los resultados de un test genético podemos conocer aquellas a las que, conociendo la existencia de un positivo en predisposición genética, enfocar los estudios médicos y su posterior tratamiento. No hay que olvidar que, en muchos casos, cuando aparecen los primeros síntomas, puede haber daño interno irreversible.
Las diferencias de precio entre unos y otros suelen ser notables. Y, si bien los test epigenéticos pueden ser sustituidos por controles médicos periódicos, los test de ADN no.
Por todo ello, deberíamos empezar a plantearnos que, la realización de un test genético no es un gasto puntual sino un inversión en salud. Una prueba que se realiza una vez en la vida y nos ayudará a mejorar nuestra calidad de vida actual y nuestro bienestar futuro. En www.daeasesoranutricional.com/genetica se pueden adquirir test de ADN y, además, obtener una sesión gratuita con la especialista para analizar los resultados obtenidos.